Los ríos Bermejo y Pilcomayo


Leyenda argentina.

Hace mucho, mucho tiempo, después de la creación del mundo, el dios Tupá había otorgado la administración del Gran Chaco a un hombre llamado Guarán quien se encargó de distribuir a las plantas más hermosas y a los animales más increíbles en toda la selva. Él gobernó con sabiduría y desarrolló una próspera civilización en el sur.

Guarán tuvo dos hijos cuyos nombres eran Tuvichavé y Michiveva, quienes convivían en armonía aunque sus ideas eran muy distintas, él primero era impetuoso y emprendedor, mientras que el segundo era pacífico y apacible.
Los hijos del patriarca eran tan diferentes, pero bajo su autoridad se toleraban mutuamente.
Guarán envejeció y murió siendo un líder inteligente y bondadoso, pero una vez que el gobierno cayó en manos de sus hijos empezaron las peleas. Cuentan que un día llegó Añá, el genio del mal, quien sembró cizaña en el lugar y los hermanos se hicieron rivales.

En afán de probar sus habilidades físicas, Michiveva disparó una flecha que partió el corazón de su hermano y la sangre comenzo a brotar a borbotones con tanta fuerza que bajó por los cerros hasta el Chaco formando un río de aguas rojas al cual se conoce como Bermejo. Micheveva al tomar conciencia y horrorizado por lo que había hecho, lloró con desesperación y arrepentimiento, tanto lloró que sus lágrimas formaron otra corriente de agua que corría tras la sangre de su hermano.


Cuenta la leyenda  que así se formaron los ríos Bermejo y Pilcomayo, que siempre corren a la par, como dos hermanos celosos que buscan la gloria.


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