El valle de las flores
Leyenda Italiana
Hace mucho, mucho tiempo a
orillas del lago Lagorai, se alzaba un castillo en el que vivía una dulce
doncella que tenía por nombre Delia, era una joven de ojos tristes que vivía en
una constante agonía porque su prometido había partido a la guerra y no sabía
nada de él.
Lloraba amargamente su desdicha
día y noche, hasta que tomó la decisión de cuidar de las flores del lago, ya
que contaban que ninguna de las bellas flores había nacido allí, sino que los
pájaros las recogían del campo de batalla, ya que las almas de los guerreros se
transformaban en unas bellas flores azules y las aves las tomaban con su pico y
las llevaban al lago para que quien las regase durante siete días seguidos
pudiera ver al héroe y platicar con él.
Fue así como Delia afanosamente
cuidaba las flores mientras los pájaros iban y venían con la esperanza de ver a
su amado, pero en cierta ocasión una anciana vestida con una gran capa azul, se
dirigió a ella en tono hiriente diciéndole - ¿Por qué te cansas en este trabajo
tan inútil? Tu prometido no ha muerto, simplemente te fue infiel. Vive en un
país vecino con su esposa y sus tres hijos.
Las palabras de aquella señora la
dejaron con el corazón roto y sin la esperanza de ver a su amado, pero siguió
regando las flores del lago hasta que en una bella mañana llegó un niño hermoso
de piel blanca y cabello rubio, quien al verla corrió para abrazarla con
infinito aprecio, como si la conociera de toda la vida. El niño nunca dijo de
dónde había llegado ni quienes eran sus padres, así que ella le buscó refugio
en el castillo y la triste vida de la bella mujer cambió por completo, el niño
tenía toda su atención, jugaban en el bosque, en el lago y la montaña, los dos
eran tan felices hasta que llegó el padre del niño a buscarlo. El hombre avergonzado
caminó hasta ellos y el chiquillo corrió a su encuentro, mientras que la linda
doncella se sintió desfallecer cuando descubrió que el padre del niño era el
hombre que la había abandonado.
El caballero le dijo al niño - ¡Vayamos
a casa! Pero el pequeño se resistía porque no quería dejar a Delia, la
desdichada mujer cayó al suelo con el alma destrozada murmurando - ¡Pobre de mí,
el amor que no me tuvo el padre, me lo tiene el hijo, recompensándome con su
inocente ternura el dolor que me causó! El niño al verla en el suelo corrió
hasta el lago por agua, pero su padre se lo impidió, dejando el cuerpo delicado
y pálido de la joven entre las flores.
El niño regresó a casa y no
volvió a hablar, se acurrucó en su cama y a la mañana siguiente lo hallaron
muerto. El cruel señor comprendió que
era un castigo por su maldad, así que mandó a buscar a Delia, pero los
sirvientes volvieron horrorizados por el espectáculo que habían presenciado.
Cuando llegaron al lugar, vieron un ejército de hombres vestidos de azul y
armados hasta los dientes que salían de las aguas del lago y tomaron el cuerpo
de la dulce doncella y lo llevaron a la cima de la montaña más alta, mientras que
otro grupo de caballeros tomó el cuerpo del niño y lo puso en los brazos de
ella.
Hoy en día, quien visita el lago Lagorai
puede contemplar a la hermosa doncella y al niño en la cima más alta,
transformados en piedra por toda la eternidad.
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